El ser humano también posee diversas tendencias o impulsos instintivos, los cuales le ayudan asimismo a resolver circunstancias variadas en su vida, para lograr la sobrevivencia propia –de cada individuo en particular- y de su especie. Sin embargo, estas normas instintivas resultan insuficientes para el ser humano. En nuestra vida rigen también otras normas que exigen su cumplimiento, y que son naturales o propias de nuestra naturaleza. Son como "segundos" instintos o tendencias superiores. Se trata de las normas éticas o morales.
De esta manera, cada ser humano construye consciente y activamente su propia vida, sirviéndose de las pulsiones instintivas –a las cuales puede incluso refrenar- y de los valores o normas éticas. Contrariamente a los seres no personales o sin razón, la persona humana puede o no alcanzar el objetivo de su vida, aún disponiendo de todas las posibilidades para hacerlo, porque tiene la facultad y la necesidad de elegir su destino. Y no alcanzará el objetivo de la vida humana quien no cumpla con los imperativos morales.
Desde los comienzos de su existencia en la Tierra, la humanidad se ha multiplicado notablemente y adquirido enormes adelantos científicos y tecnológicos. Sin embargo, tales progresos no han sido parejos con el desarrollo de los valores éticos.
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